Kalombo

Kalombo

O la hora de la gente honrada aun no ha llegado

Es una novela sobre el progresismo y la reacción, pero para los ojos europeos, es sobre todo un testimonio sobre el Africa actual. Sus personajes nos explican las causas de la emigración y nos acercan a entender el fenómeno de esas mareas humanas y nos enseñan a mirar con ojos nuevos a todas esas personas.

Machado escribió que no hay ciudades feas, hay ciudades en que no tenemos un amigo. Si nos enseña su ciudad un amigo es siempre hermosa. El amigo nos sabe hacer compartir sus valores. Xabier Zabalo, “Kinko”, bilbaino jesuita, cuarenta años en el Congo, nos cuenta su Congo, su nueva patria: Kinshasa 1960-2000. Nos habla de su África, pero vista desde la concepción jusnaturalista cristiana, desde la ética del mundo occidental, desde la concepción democrática europea de su educación y la nuestra. Pero nos habla de su nueva patria, África, que no es nada de eso. Nos describe un mundo sencillo. Difícilmente explicable, pero de manifestaciones simples. Un grupo cristiano, tal vez similar al que rodeó a los primeros Padres de la Iglesia. Ese contraste radical, ese diálogo del amigo europeo, pero ya africano, con su ciudad y con sus gentes amigas, nos conmueve.

Nos conmueven los personajes de este relato: el evolucionado maestro Kalombo, su tradicional mujer, sus discípulos, los jóvenes ansiosos de Europa, los tramposos pero leales mecánicos de electrodomésticos, los corruptos políticos, foráneos y africanos, los brutales policías, la dictadura, la falta de ética. Pero también la misericordia, la solidaridad, la compasión, y al fondo, el pueblo pobre. La imagen de la multitud acudiendo al trabajo, las sordas pisadas descalzas sobre caminos de tierra varias horas a pie en la noche, el silencioso sonido de la gente, conmueve. Esos pasos terminan aquí, en nuestro país. Después de Kalombo miraremos de otra forma a los “Iñakis” que nos ofrecen paraguas y discos pirateados.

Por todo ello, aunque  Xabier Zabalo escribió una novela, con personajes ficticios, con su trama y su intriga, como un hobby nocturno en su oficio de misionero en Kinshasa, a los editores nos ha parecido que es su testimonio sobre África lo primordial. Un testimonio que necesitan nuestros ojos para mirar a los inmigrantes que nos llegan.

Esta obra escrita originalmente en francés ha sido traducida por Juan Ramón Azaola.