El poeta Rafael Morales siempre estuvo muy unido a Bilbao. Su mujer, Concha, es bilbaina y todos los años venían a pasar el verano a Plencia. Los que le conocimos, siempre recordaremos su forma de ser, su carácter bondadoso, abierto y cercano. Formó parte del jurado del premio de poesía Nervión, que convocaba la sociedad «El Sitio», junto a Javier de Bengoechea, Eusebio Abásolo y Jon Juaristi , y dio, también en «El Sitio» una conferencia sobre la poesía y los toros. Rafael Morales inauguró la colección Adonais en 1943 con «Los poemas del toro». Tenía entonces veintitrés años y era estudiante de Filosofia y Letras. El poemario significó una rehumanización de la lírica frente al neogarcilasismo de la poesía de postguerra y reflejaba la lucha entre la inteligencia y la inocencia natural violenta del toro. «En el tiempo en que yo escribía mis poemas taurinos-dice el poeta- , así como en el inmediatamente anterior, el de la guerra civil, el hombre de España sufría, como el toro, una tragedia inmisericorde». En su siguiente libro, «El corazón y la tierra» canta la ausencia de la amada que se manifiesta en un mundo vacío, la soledad del cielo, el silencio del campo de Talavera. «Estoy solo en el campo, sin ti, de Talavera. Oigo por éste árbol crecer la sangre amada». El libro «Los desterrados», publicado en 1947, es un homenaje a los desdichados de ésta tierra. Los locos, los ciegos , los olvidados, los suicidas. En sus poemas, por encima de los defectos físicos o espirituales, destaca la compasión, la misericordia. «Canción sobre el asfalto» es el poemario de la ciudad y su objeto poético son las personas y las cosas humildes: Los traperos, los barrenderos, la última chaqueta del poeta, que quedará vacía después de su muerte. Como dice Paulina Ayuso en el libro «Rafael Morales. Homenaje», el canto rescata la realidad y salva la cosa misma de lo que es, enlazadamente tiempo y destrucción para el hombre: el olvido. Es la expresión lírica de lo que, neogarcilasianamente, se llamaría feo pero que es rescatado por el poeta en su resplandor auténtico de cosas inertes que pueden ser rescatadas después de destruidas. Así en el «Soneto triste para mi última chaqueta»:

Su delicada tela perezosa

cobijará una sombra fría y vana,

cobijará una ausencia, una lejana

memoria de la vida presurosa.

y lo mismo en el «Cántico doloroso al cubo de la basura» , «El cemento», o la «Cancioncilla a mis zapatos».

Bajo la suela delgada. ..

Siento la tierra que espera…

Entre la vida y la nada

qué delgada es la frontera.

Los liradramas «La máscara y los dientes» (1962) y «La rueda y el viento» (1971) tratan de representar la vida de un hombre desde el amanecer a la noche, el desarrollo lírico de la acción humana, aunque, como dice su autor, el tratamiento lírico del tema reside más en el lenguaje que en la presencia subjetiva del poeta que aquí queda en un segundo plano inmediato. «Prado de serpientes» se publicó en 1982 y su título procede de un fragmento de La Celestina, en el que el padre de Melibea hace un duelo ante el cadáver de su hija: ¡Oh vida de congojas llena, de miserias acompañada¡ ¡Oh mundo, mundo¡ . ….monte alto , campo pedregoso, prado lleno de serpientes. Como dice Sabina de la Cruz en su ensayo dedicado al poeta «Por el amargo amor de la memoria» , en éste libro el yo poético se convierte en interlocutor de si mismo y se dicta las señales que pudieran sostenerle en medio de la desolación y la desesperanza. Rafael Morales se instala en la tristeza y en el recuerdo de la felicidad pasada que se rememora más como pérdida que como consuelo. Su último obra, «Entre tantos adioses» , tiene también una inspiración melancólica. Va precedido esta vez el poemario por una cita de Petrarca: » Cuanto piace al mondo e breve sogno». De éste libro escribió el profesor Fernando Lázaro Carreter que se trata de «una nueva y hermosa y triste y elegante y sencilla modulación de la melodía que , desde Manrique, resuena por las más altas cimas de nuestra lírica». En la bilbaina colección Gerión de Poesía (1996) aparecieron unidos éstos dos poemarios en un solo libro. Lo que une a ambos es su emoción comunicada, la melancolía en los poemas dedicados a la adolescencia entre las torres teologales de Talavera de la Reina, al gato de color de paraguas, a Yaya la modista. … y vuelve al amor a las cosas, sobre todo las cosas humildes. «Yo me entrego a las cosas, me afilio a sus ofrendas temporales recorro sus países para saber que por su amparo existo.» Poesía humanizadora, nostálgica de la infancia y adolescencia perdida, de los otoños y tormentas, del aroma de hierba en los prados de Talavera, y en la que está presente también el recuerdo de los poetas: Federico García Lorca, Miguel Hernández, Gerardo Diego, Blas de Otero .

Blas

como el hierro de Vizcaya

por la paz.

Nadie te doblegará.

Los que conocimos al poeta, en sus visitas estivales a Bilbao, guardamos no una lejana memoria, como él dice en el poema a su última chaqueta, sino un recuerdo cálido de sus conversación animada y su trato sencillo y afable que cuadraba tan bien con su poesía.

José Ramón Blanco. Artículo publicado en el Periódico Bilbao. Abril 2008.