Adolfo Guiard, el primer artista moderno
ADOLFO GUIARD ejemplifica el momento social, ideológico y económico surgido en Bilbao tras la última guerra carlista, cuando la Villa despegó económicamente gracias a la industrialización. Tras estudiar en Barcelona con Martí Alsina durante su adolescencia, con 18 años decidió encaminar sus pasos hacia París para culminar su formación profesional. En París contactó con los círculos impresionistas cercanos a Edmund Degas (Forain, Zandomenighi, de Nittis…), vinculándose a sus doctrinas estéticas y prácticas artísticas. Regresó a Bilbao en 1985, impregnado de modernidad. Buen conocedor de los gustos de la burguesía europea, Guiard era la persona ideal para transmitir a los nuevos capitanes de empresas bilbaínos, surgidos de los negocios relacionados con la minería, la siderurgia y las finanzas, un deseo de emulación europeísta en arte, lo cual significaba apoyar, defender y coleccionar sus manifestaciones más avanzadas.
De carácter vitalista y extrovertido, se dedicó a transmitir la idea de que un nuevo tipo de arte era posible y necesario para la nueva sociedad que surgía, y fruto de aquella predicación, en 1885, con apenas 25 años de edad, recibió un importante encargo: decorar las paredes de la sede social más notable de los círculos recreativos privados locales, la Sociedad Bilbaína, realizando tres espectaculares pinturas en las que describía el nuevo paisaje económico (la ría a la altura de Erandio con numerosos barcos de mercancías y las chimeneas fabriles al fondo), el nuevo paisaje social (la terraza del Club Marítimo del Abra con tertulias de sobremesa) y el nuevo paisaje urbano (la ferroviaria Estación del Norte con cazadores dispuestos a una jornada deportiva). Ejecutados con un dibujo preciosista de resonancias arabescas, una composición influida por las estampas japonesas y un cromatismo vibrante y armónico, estas tres pinturas hicieron que los bilbaínos se “guiardizaran”, lo que artísticamente significó que se modernizaron.
Amigo de algunos relevantes empresarios del momento, Guiard actuó como asesor artístico para muchos de ellos, inseminándoles un talante proclive a las novedades. Sin embargo, no todo fue fácil. Tras ese primer triunfo urbano, Guiard se retiró a pintar a la Bizkaia profunda, lo que dio lugar a un diverso retablo de figuras y escenas campesinas, realizadas siempre bajo las mismas premisas estéticas. En la presentación de una de estas obras, en 1887, Guiard sostuvo una fuerte polémica con Antonio Trueba, pope local del arte y la cultura tradicionales, acerca del impresionismo y sus logros. También mantuvo discrepancias con Miguel de Unamuno (quien le acusaba de ‘aristocratismo’) y con Sabino Arana (porque sus pinturas no hacían propaganda política), a pesar de contar con la amistad y aprecio de ambos, en el caso de primero por compartir una misma acidez crítica sobre lo local, y en el segundo por ideario nacionalista.
Entre 1900 y 1910 impulsó el grupo de artistas locales que organizó las míticas Exposiciones de Arte Moderno de Bilbao, que trajeron a orillas del Nervión la obra de Gauguin, Picasso, Rusiñol, Casas, Van Rysselberghe y otros. En 1903 realizó los bocetos para las vidrieras de la Casa de Juntas de Gernika en los que dio una lección magistral de adecuación al lugar desde un punto de vista democrático (sin sectarismos), histórico (sin leyendas) y artístico (sin complejos por actuar con sentido de la modernidad en un edificio histórico).
A su muerte no había logrado un reconocimiento más allá del estrictamente bilbaíno (tampoco le interesó otra cosa, pues llegó a rechazar el apoyo explícito que Degas le ofrecía), pero su influjo personal, tanto en lo político, como en lo artístico y en lo militante a favor del arte, se hizo notar hondamente en todas las generaciones de artistas vascos que le siguieron.
Carlos Bacigalupe. Director de la colección Bilbainos Recuperados