Alberto De Palacio
Un soñador de la arquitectura del hierro
La figura superlativa de Alberto de Palacio y Elisagüe (Sare, 1856–Bilbao, 1939) protagoniza el presente estudio -cuya resolución oscila entre la biografía y la semblanza, según Josu Montalbán, el autor- explicitado el personaje en su más noble dimensión de creador y hombre inquieto, capaz de llevar adelante empresas inimaginables.
«De complexión vigorosa, un carácter de acero, fuerte contra toda resistencia» -conforme se refería a él La Ilustración Artística en 1893- a este retrato certero podría añadírsele otra característica inmediata, la de que fue un visionario, eso sí, ni loco ni alocado, conforme opina Montalbán.
Este arquitecto, de perfil patricio y amplia mirada, nos legó como obras imperecederas los madrileños palacios del Retiro -Palacio de Velázquez y Palacio de Cristal- y la Estación de Atocha, las tres resueltas junto a otros cualificados profesionales. Aunque en un plano emocional destaca su creación más absoluta: el puente transbordador de Vizcaya, popularmente conocido como Puente Colgante, arco de triunfo, puerta de recibimiento y despedida, expresado su ser en pura metáfora.
Descansan en el mundo de lo inalcanzable los proyectos, algunos colosales, que no se pudieron llevar a cabo, entre otros y por su significado, la erección de un monumento a los Fueros Vascongados.
A su muerte, acontecida recién clausurada la Guerra Civil y después de sufrir encarcelamiento por una pretendida colaboración con Primo de Rivera, el futuro se dispuso ya a hacerle justicia, en tanto su Puente Colgante era un laberinto de hierros retorcidos.
Carlos Bacigalupe.
Director de la colección.