- ISBN: 978-84-94-8862-0-1
- Editado en: 2019
- PVP: 15 €
- Páginas: 109
- Colección: Otros títulos
- Genero: Historia
- Autor: Ignacio Uribarri Jaureguizar
Desde el Paraguay
Bilbao y sus hombres prodigiosos
Es un texto precioso, que nos retrotrae a una Bilbao construida frente a un brazo de mar, más que fluvial, acuática, que recibía con alegría las mareas vivas que limpiaban sus calles.
Es una Bilbao desaparecida, vista desde la mirada nostálgica de un niño que nunca vivió allí. Una Bilbao llena de rincones lúdicos, de mozas descalzas que arriban desde la arena, de viejos sacristanes de los que hay que zafarse para poder jugar a la pelota.
Olatz González Abrisqueta
Prólogo
Ignacio Uríbarri Jaureguizar nació en Bilbao, en el año 1942. Sus padres se habían casado en el monasterio de Valvanera. Escapando de la guerra habían ido a vivir a Logroño. El padre, que era abogado, creó allí una empresa “El Logroñés”, que fabricaba caramelos de café con leche. Su madre llevaba la hospedería del monasterio.
El monasterio de Nuestra Señora de Valvanera está situado en un hermoso emplazamiento, rodeado de agrestes montañas. Allí se rezaba, se cantaba gregoriano, se fabricaba el licor llamado Valvanera, rico en alcohol y dulce, y se recibía a los visitantes que desde la hospedería hacían excursiones por la sierra de la Demanda.
El hallazgo de la imagen de Nuestra Señora de Valvanera fue obra de Nuño Oñez en el siglo IX. Era un hombre de mala vida, dedicado al latrocinio, que se arrepintió y se retiró a la cueva de Trombalos en el municipio de Anguiano. Un ángel se le apareció y le instó a que se acercara a Valvanera y buscara en el interior del roble más alto una imagen de la virgen, a que la trasladara a una cueva situada en un peñasco donde se creó la ermita del Santo Cristo. En torno a ella se reunió un grupo de ermitaños que al final adoptaron la regla de San Benito.
La primera iglesia que se construyó fue visigótica, del sigloX. Después se construyó otra prerománica, consagrada en el año 1073 por el obispo Fortunio. La siguiente fue una iglesia románica consagrada por Rodrigo, obispo de Calahorra, en 1183. La actual, del gótico tardío es del sigo XIV.
El monasterio fue abandonado a causa de la desamortización de Mendizabal entre 1835 y 1883. En esta última fecha el agustino Toribio Minguela realizó una campaña de predicaciones avivando la devoción a la virgen de Valvanera. Tiburcio Lana, animado por él, inició la restauración del monasterio que estaba en ruinas. A iniciativa suya, un grupo de monjes del monasterio de Montserrat se instaló en Valvanera y reinició la vida monástica como priorato de la abadía de Montserrat.
En el año 1954 doce monjes de Valvanera se trasladaron al monasterio del Paular para activar la vida monástica de ese monasterio.
Los dos monasterios, Valvanera y El Paular, tienen una decisiva influencia en la vida de la familia Uribarri Jaureguizar y especialmente en la vida de Ignacio.
El abuelo paterno Silvestre había emigrado a Cuba y allí hizo fortuna. Con buen ojo para los negocios, al volver a Bilbao adquirió inmuebles y terrenos, entre otros unas casas en la calle portal de Zamudio, Elcano e Iturriza. En Güeñes compró una casa con un hermoso terreno que más tarde acondicionó Ignacio y donde se trasladó a vivir.
Durante los años 1938 a 1948 la familia vivió entre Logroño y Güeñes.
En el año 1948 sus padres enviaron a Ignacio a los maristas de la Plaza Nueva bilbaína. Y en el año 1951 fue al colegio de los jesuitas de Indautxu, hasta que acabó el bachillerato en el año 1959. Después estudió Derecho en Deusto. Terminó allí el primer curso y se trasladó a Madrid a continuar la carrera. Su padre murió el uno de enero de 1960. En Madrid trabajó en el colegio Osuna de profesor durante dos años. Después profesó como novicio de los monjes benedictinos en el monasterio de El Paular, donde siguió estudiando Derecho y Humanidades.
Su madre llevaba la hospedería del monasterio de El Paular como antes había llevado la del monasterio de Valvanera. El Real Monasterio de El Paular está situado en el municipio de Rascafría, en la vertiente madrileña del Guadarrama. Fue fundado por Enrique II de Castilla y perteneció a la orden de los cartujos de 1390 a 1835. Pasó a la orden de San Benito en 1954.
En el monasterio hacía frío. Los novicios paseaban por la galería porticada, por los caminos del interior del monasterio. Ignacio admiraba las capillas y el tabernáculo, obra proyectada por el cordobés Francisco Hurtado Izquierdo, la sala capitular cubierta por tres tramos de bóveda de ojiva y su retablo barroco obra de Churriguera.
Los cartujos habían explotado la pesca del río Lozoya, los bosques, rebaños de ovejas y dos batanes, uno para sierra de madera y otro para fabricación de papel, mas tarde arruinados por la desamortización. Ignacio contemplaba las ruinas de las construcciones.
En 1918 la Dirección General de bellas artes creó la “Escuela de Pintores de El Paular”, dirigida por Enrique Simonet. Sus celdas acogían en verano a historiadores, escritores y poetas como Ramón Menéndez Pidal o Enrique Mesa. El Paular se convierte en el centro de excursiones e investigaciones de la naturaleza de la Institución Libre de Enseñanza fundada por Giner de los Ríos.
Ignacio, en los ratos de asueto, paseaba bajo los robles, fresnos y álamos hasta el puente del Perdón, que salvaba el río Lozoya, contemplaba las altas montañas cubiertas de nieve. En los primeros tiempos de novicio era feliz. Pero a medida que pasaba el tiempo recordaba a sus hermanos. Le llamaba también la sociedad, la ciudad, la vida mundana y dejó el monasterio y volvió a Bilbao.
Tras cumplir el Servicio Militar en Vitoria, comenzó a trabajar con su hermano José Felix en una empresa de promoción y cálculo de estructuras para edificios industriales. Después fue administrador en una empresa promotora de construcción.
Muere su madre e Ignacio se hace cargo con su hermano José Felix de una herencia complicada. Se interesa por el cooperativismo. Crea una empresa, Gercovi, para gestión de cooperativas, que gestionan construcciones originales e innovadoras como las viviendas unifamiliares de Lejona, las de Padre Arizmendi, Ciuter, Mardoena, y otras cooperativas en Getxo, Orduña, y otros. De ahí pasa al mundo de la promoción inmobiliaria y con algún socio construye viviendas en Zalla, Sodupe, Peñiscola y otros y promociona centros comerciales en Baracaldo y Leioa. Asesora como urbanista al Consejo General del Gobierno Vasco. Todo ello sin abandonar sus inquietudes intelectuales: El estudio del mundo de la pelota, la edición. Con su hermano Javier escribe las obras, ”El moderno juego de la Pelota vasca”, y “Frontones de Bizkaia”.
Acoge en su casa de Güeñes y en su biblioteca a Olatz González Abrisqueta, que prepara allí su tesis doctoral que luego se publicará con el título “Pelota Vasca. Un ritual. Una estética”. Con otros editores crea la editorial “Muelle de Uribitarte”, con su colección Gerión de poesía, de narrativa y ensayo y la colección “Bilbainos recuperados” en la que trabaja con entusiasmo poniendo sus amplios conocimientos de bilbainos eminentes o, como diría él, prodigiosos. En esta colección publica su obra “La demolición del puente de San Antón”.
Pero llega la crisis e Ignacio siente la llamada de América. Hasta allí, al Paraguay, han llegado afectos, vínculos sentimentales nacidos en Güeñes. Como un nuevo conquistador, como aquel Alejo García que en 1535 naufragó en la isla de Santa Catalina, o como un Juan de Salazar y Espinosa, fundador de la ciudad de Asunción el día 16 de agosto de 1537, Ignacio se integra en un nuevo país y una nueva familia, sin romper los lazos sentimentales con la familia y el mundo antiguos. Estos paisajes, estos escritos sobre Bilbao que hoy tenemos en las manos, son la mejor prueba de ello.