Juan de la Encina

Juan de la Encina

Una trama para el arte vasco

 

Ricardo Gutiérrez Abascal (Bilbao, 1883- Méjico, 1963) fue un cualificado crítico de arte, cuyo criterio se hizo notar, al margen de en los libros que alumbró, en diferentes periódicos y revistas. Su primer artículo apareció en El Liberal bilbaíno hacia 1907 – impulsado por Gustavo de Maeztu y Manuel Aranaz, el director de la publicación, quienes pudieron, incluso, sugerirle el pseudónimo de Juan de la Encina -, aún estudiante de ingeniería, carrera que cursaba “con un rezongar negador”, mientras amaba a los clásicos, siempre junto a su hermano mayor Leopoldo, “un guía de calidad”. Una vez volcado en el periodismo, su firma aparecería en El Nervión, y Hermes, y luego, trasladado a Madrid, en las prestigiosas cabeceras de La Voz y El Sol.

 

Tuvo en Pilar Zubiaurre, su esposa, hermana de los pintores Valentín y Ramón, una eficacísima colaboradora de por vida y con ella compartió el desasosiego peregrinatorio desde el inicio de la Guerra Civil, después de haber dirigido el Museo de Arte Moderno entre 1931 y 1936, cargo al que llegó gracias a su figura intelectual. Vinieron más tarde sus estancias en Valencia, a donde se trasladaría con un grupo de intelectuales; Barcelona y Méjico, en donde asentaría su hogar desde 1938 hasta el año de su fallecimiento. Eso sí, con un fugaz regreso a España en 1955.

 

Es lo que nos cuenta la autora del presente trabajo, Miriam Alzuri, generosa en el aporte de interesantes detalles de su biografiado. Un hombre tempranamente retratado por Ramón Gómez de la Serna como el “muchacho de cabeza levantada, mueca de desdén muy acentuada, y un fondo conmovido y enternecido”.