Nicolas María de Urgoiti
Castillos de papel
La figura de Nicolás María de Urgoiti se nos presenta como la de un capitán de industria que albergó en su almario el duende del periodismo. De su yo más íntimo puede desprenderse que fue “un vasco de larga mirada que abarcaba a toda la nación, aunque sentía nostalgia por los paisajes de Euskadi cuando estaba lejos de ella”, según Ortega Spottorno.
Elena Sierra nos cuenta a través de las páginas que siguen sus afanes nunca desatendidos por sacar adelante la industria del papel, reflejados de manera especial en la creación de La Papelera Española y luego con la puesta en marcha de la editorial Calpe y el periódico El Sol, aparecido en 1917.
A este respecto, la autora recalca cómo tan señera publicación nació en momentos de acentuado relieve histórico y que no fue ajena a su acontecer la figura de José Ortega y Gasset, mentor de la idea y colaborador destacado desde los inicios.
“Era preciso destruir el régimen político nacido con la Restauración, disolver los viejos partidos y entregar el gobierno de la nación a los elementos nuevos y puros”.
En 1920, siempre discurriendo en periodista, Urgoiti fundó La Voz, un vespertino que pronto se convertiría en el diario madrileño más leído. Como su hermano mayor, presumió de independiente.
Longevo de mala salud, sus últimos años le llegaron sacudidos por fallidas inquietudes políticas y la pérdida de El Sol, su obra más amada. Afectado de una seria depresión, fue recluido en un sanatorio para después amagar un suicidio, víctima de penosas alucinaciones. Como a los héroes clásicos, el fatum amargo le había preparado un destino adverso.
Carlos Bacigalupe.
Director de la colección.